Demon Copperhead by Barbara Kingsolver

Demon Copperhead by Barbara Kingsolver

autor:Barbara Kingsolver [Kingsolver, Barbara]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2022-10-18T00:00:00+00:00


* * *

Me sentí mal por el sueño fallido de Angus, pero esa hora con la señorita Annie era toda la actividad extra que yo necesitaba. Era otra de esas cosas de las que siempre quería más, Demon y sus ansias: más comida, más amor, más contacto físico, y ahora más momentos en los que la cara de la señorita Annie se iluminaba al verme hacer algo bien. En realidad, no me importaba la mayor recompensa para los superdotados, que era la salida que se organizaba durante el parón primaveral. Teníamos que pasarnos todo el año estudiando en este sitio concreto y redactando nuestros trabajos para llegar lo más sabios posible a la cita. Daba igual. Me había perdido la salida de sexto, ya que no me había alcanzado con mis notas. Tampoco me importó mucho, porque solo fue al Museo de Ciencias de Charlotte, sin quedarse a pasar la noche, dados los recortes presupuestarios. Un timo. Los profesores habían prometido compensárnoslo este año, lo que no me creí ni por un instante. Angus me aconsejó esperar a ver qué pasaba. El fracaso de su proyecto para incentivar la inteligencia había supuesto un revés, pero cuando tenía un día bueno, ella era la primera en recordarme que debía confiar en el viaje salvaje, en referencia a la vida o lo que fuera. Porque la cosa no está cien por cien jodida, de vez en cuando da sus frutos.

Y en séptimo, por Dios bendito, vaya si lo hizo. Nos dijeron que iríamos de visita al Williamsburg colonial, más una tarde al parque de atracciones de Busch Gardens y un día entero a la maravillosa y bendita PLAYA de Virginia. El océano. No sabía por dónde empezar con mi trabajo vinculado a la excursión, pero acabé acotándolo a las corrientes. Viajan por toda la tierra trazando círculos tan gigantescos que te aseguro que no darías crédito. Luego llegó marzo y la escuela informó de que al final no había dinero para los autobuses. Salida cancelada. Me sentí un imbécil por haberme creído el discursito de Angus sobre confiar en el viaje salvaje.

No obstante, más adelante llegó una salvación de última hora: algunas madres se presentaron voluntarias para llevarnos en coche. Fantástico. Me tocó ir en una camioneta Plymouth Eagle conducida por una madre y acompañado de su hija, Lacey, y de sus amigas para siempre, Gleanna y Pristene. Todas eran fundamentalistas cristianas y pertenecían a la misma congregación, por lo que se sabían de principio a fin todo un surtido de canciones sobre Jesús. Comenzaron con ellas en cuanto salimos del aparcamiento e implicaban movimientos de manos. «Esta lucecita mía, voy a dejar que brille —y levantabas un dedo simulando una vela—, no dejes que Satán la apague» (pufff). Recordé las palabras del señor Peg sobre que uno puede acostumbrarse a cualquier cosa menos a colgar de una soga. De acuerdo. Me dirigía a ver el puto océano.

Entonces Gleanna aseguró no encontrarse bien y sin más vomitó encima de ella misma y de los otros dos que la acompañábamos detrás.



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